Nota del director

18 años de independencia

Este periódico empezó a circular el 23 de enero de 2006. Desde entonces, han sido muchas las vicisitudes que hemos tenido que superar, en particular de índole económica, para mantener a flote este proyecto, con el único propósito de analizar y comentar la actualidad con absoluta independencia.

De hecho, aunque en estos dieciocho años hemos tenido un escaso respaldo publicitario, hemos logrado sostener y consolidar un medio sin ataduras, ajustado a los principios de libertad y transparencia que nos han guiado desde el número cero. También hemos sido objeto de censura cibernética y ataques en redes sociales propiciados por dirigentes, activistas e influenciadores políticos de todos los extremos ideológicos y de todos los ismos, poco tolerantes a la crítica.

En los años recientes, la situación del periodismo en general se ha complicado demasiado; la prensa se ha convertido en el blanco predilecto de populistas de todos los colores, y las dificultades son cada vez mayores, tal y como lo registra un reciente documento del Reuters Institute, según el cual, el año pasado, se perdieron en los medios de Estados Unidos unos 20.000 puestos de trabajo (no sólo periodísticos); una cantidad seis veces superior a la de 2022. Además, según el mismo informe, en ese país cada semana se cierran entre dos y tres periódicos locales. 

En Colombia, la situación no es menos procupante, sobre todo con medios alternativos e independientes, como es el caso de Un Pasquín. Sin embargo, no nos damos por vencidos, pues consideramos que la publicación de este periódico es un deber cívico, en un país que necesita opiniones libres, variadas, abiertas, disruptivas y, por qué no, incómodas. 

Aquí seguimos.  

Vladdo

El año del caos

nota del director

Nadie es perfecto, como se dice en términos coloquiales. Ni siquiera los presidentes. Y Gustavo Petro no es la excepción; sus puntos débiles son más que notorios. 

No obstante –y contrario a lo que muchos creen–, su principal defecto no es que sea de izquierda ni que haya sido guerrillero. Tampoco, el hecho de que sea megalómano; todos los políticos lo son en alguna medida. En este mundo de superficialidad, tampoco es tan grave que se la pase casando peleas en Twitter ni que sea populista; al fin y al cabo, la demagogia no respeta colores ni ideologías. Tampoco es un pecado mortal que sea un sectario; ya ha habido varios inquilinos del mismo estilo en la Casa de Nariño.

El principal problema de Gustavo Petro es que es una persona caótica, y eso se refleja en todos los ámbitos de su gestión. Desde sus retrasos y ausencias en eventos oficiales hasta las controversias que arma con las demás ramas del poder público, pasando por los nombramientos y despidos vía Twitter, el pésimo manejo de las relaciones internacionales y los absurdos debates que plantea con medios y periodistas.

En casi todos los flancos de la administración Petro, el común denominador es el caos; así se vio a lo largo de todo el 2023; tanto en los cambios que hizo en el gabinete ministerial, como en el trámite de las reformas en el Congreso y en la accidentada conducción del proceso de paz; lo mismo que en el deplorable manejo del orden público, que ha derivado en un profundo deterioro de la seguridad, un incremento desmesurado del secuestro y un elevado e inaceptable número de masacres. 

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En fin, si Petro repasara fríamente al año que termina, se daría cuenta de que, en el gobierno del cambio, el caos, lejos de ser un aliado, es un verdadero obstáculo.   

Vladdo