TRES EN UNO

Por Gonzalo Guillén
Periodista

HABLÓ

El coronel (r) de la Policía Hugo Aguilar lleva 31 años vanagloriándose de que fue él –y nadie más– quien en 1993 mató en un tejado de Medellín al narcotraficante y asesino Pablo Escobar. Con base en ese incierto honor optó por superar o al menos igualar al célebre bandido. La impunidad de este vergonzoso coronel fue encogiéndose y quedó acorralado con delaciones que han hecho grandes criminales de su entorno. Aguilar, que ya tiene una condena de la Corte Suprema a 11 años de cárcel, por segunda vez habló la semana pasada ante la Jurisdicción Especial para la Paz —JEP— en busca de beneficios judiciales a cambio de la verdad que esconde sobre su vida en el mundo del hampa colombiana más espesa: los carteles de la cocaína, la política, la policía y el narcotráfico. Hasta ahora no ha revelado ningún secreto de peso; pero sí anécdotas, como la de que fue él quien bautizó con el nombre de «Pepes» a la famosa banda criminal formada por policías –incluido él–, militares, paramilitares, políticos y narcotraficantes que se unieron para cazar a su viejo socio y jefe Escobar porque estaba poniendo en peligro el negocio del narcotráfico y era necesario salvarlo. ¡Y lo salvaron!

HUGO

Contó lo que ya se sabe: que se hizo político y paramilitar para ganar la gobernación de Santander. Se acercó con reverencias al tema de la jefatura máxima y respetabilidad de Álvaro Uribe Vélez en los carteles del narcotráfico y el paramilitarismo, pero no entró en materia. Repitió la mentira de que él –multimillonario como cualquier narcotraficante grande– nunca ha recibido ni un centavo de las organizaciones criminales a las que aun hoy parece que sigue perteneciendo. Confesó que protegió a los narcotraficantes que asesinaban colombianos y les arrojaban sus cuerpos a caimanes hambrientos. Dijo estar arrepentido e intentó soltar lágrimas que no le salieron.  

AGUILAR

Hugo Aguilar es asistido por Gustavo Medina Medina (cuya amistad me honra), abogado honorable y legendario, fue uno de los llamados «fiscales sin rostro» del célebre Proceso 8.000. Con una pistola y sin apoyo alguno, una noche se enfrentó e hirió a Carlos Castaño y su banda y los puso en retirada. Quizá él logre poner a Aguilar a decir toda la verdad, pues solo ha echado paja y dado rodeos.